lunes, 11 de agosto de 2008



Navegando por Ancón

Eran las 5:30 am y el cielo conservaba aun su tonalidad azul grisesco, era hora de comenzar un recorrido nuevo hacia el norte de Lima, el silbido tradicional de mi suegro el señor kelvin despertó a toda la familia como típico gallo resonando a las seis de la mañana.

Desde el desayuno servido en bandeja de plata, hasta el griterío de mis pequeñas hermanitas políticas hicieron que el día fuera divertido antes de que comience.
Ropa suelta, desde pequeños polos hasta falditas playeras fueron incluidos en las maletas que rebalsaban la parte trasera del auto. Ya era hora todo estaba listo para descansar tres hora para visitar el azulino mar que Ancón nos iba a ofrecer estar mañana febrerina.

Al despertar luego de un gran estirón, pude observar pobladores transportando a pasajeros en unas grandes bicicletas hacia las casas de playa de los residentes. Me monte en una de ellas y fuimos rumbo al catamarán.

Era demasiado grande para lo que había cruzado por mi cabeza la noche anterior, color blanco perloso, y con unas franjas verde esmeralda, y por dentro con un minibar y una pequeña piscina para niños.

Navegamos desde las 11am por diferentes islas como hasta las 6pm teniendo un pequeño descanso a las 2 de la tarde para comer el rico ceviche y jalea mixta de don Pedro cocinero muy conocido por esa buena sazón que deleita a los veraniegos de Ancón.

Ese mar azulino de Ancón me dejo impactada, quizás por ser la primera vez que lo visito no lo se, pero si tengo en claro que esas islas, ese mar, y ese ceviche de don Pedro no me lo vuelvo a perder un febrero más.